Luis
quería ser patrón de barco. Ansiaba conseguir una embarcación y
surcar los mares. Estudiaba arduamente para obtener el título. Cada
sábado se paseaba por el puerto, entre barcos y marineros. De
repente, se quedó boquiabierto ante un pequeño velero que estaba en
venta. No dudó en comprárselo; estaba seguro de que difícilmente
suspendería el examen teórico-práctico y de que pronto sería un
auténtico lobo de mar.
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