Había
preparado una hermosa bendición que le daría una larga vida al
recién nacido, pero cuando vio que sus otros tres compañeros le
habían traído oro, incienso y mirra, se cohibió. Apenado, justo
antes de entrar al pesebre, decidió regresar por donde había venido
sin atreverse a molestarlos con su presencia, condenando al bebé a
una corta vida con su partida.
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