Cuando
estaba vivo y tenía el corazón humano no conocía las lágrimas
-dijo el Príncipe Feliz-. Vivía en el Palacio de la Despreocupación
y jamás me molesté en averiguar lo que había al otro lado del
muro. Pero ahora me han colocado aquí, tan alto, que puedo ver toda
la miseria de mi ciudad y, aunque ahora mi corazón es de plomo, no
puedo dejar de llorar.
(Oscar
Wilde, El Príncipe
Feliz)
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